En la guerra total en el Mediterráneo que fue el verano de 1558, a raíz de la derrota francesa en San Quintín, el verano anterior, uno de los episodios más dramáticos fue el saqueo y destrucción de la ciudad de Ciutadella de Menorca por Piali Bajá, a principios de julio de ese año. Todavía hoy se conmemora en la ciudad ese episodio y se hace una lectura pública de la llamada “Acta de Constantinopla”, un verdadero “clásico mínimo” de la literatura de la frontera que nos interesa aquí. De ella hay una buena edición, de la que proximamente prepararemos una nota de lectura.
Una carta del rey de Francia Enrique II a su embajador en Estambul, Mr. de la Vigne, de 3 de agosto de 1558 –menos de un mes después de la tragedia menorquina--, evoca aquella campaña naval turca y su lectura es un lamentar que Piali Bajá gastara en Ciudadela las fuerzas que debía haber utilizado en ayudar a Francia; sospecha también de sobornos de los genoveses a Piali, por lo que envía a Estambul a protestar a Mr. Dolu. Jean Dolu debió llegar en el otoño a Estambul y presentar su misión, pues así lo evoca De la Vigne en la carta que pudiéramos considerar de respuesta a la de Enrique II, de 10 de noviembre de 1558; posteriormente, Jean Dolu, volvió a Estambul en abril de 1560, ya muertos De la Vigne y Enrique II, como se ve en otro lugar de este Archivo de la frontera / Medierráneo.
La carta de Enrique II del 3 de agosto (pp.508-524) y la de Mr. De la Vigne de 10 de noviembre (pp.524-529) están recogidas por H. Charrière en su repertorio sobre “Negociations du Levant” clásico –III, 1557-1559--, lo mismo que, en esas mismas páginas (pp.509-522), pero en nota, recoge un interesante informe sobre esa campaña franco-turca, procedente de un manuscrito “ du fonds des Mesmes, sous le numero 8577, B.N.”, que se titula:
- “Discours et rapport du voyage de l’armée de mer turquesque despuis qu’elle est comparue ès mers de deçà, jusques au jour qu’elle est partie d’avec les gallaires du roy pour s’en retourner sans riens faire pour le service de S.M.”
- O sea, Discurso e inf orme del viaje de la Armada de mar turquesca desde que ella llegó a los mares de acá hasta el día en que ella se f ue de con –o de la compañía de-- las galeras de rey para regresar sin hacer nada en servicio de su majestad.
Este discurso o informe es enviado a Estambul con otra carta de Enrique II de 24 de agosto de 1558, en la que enjuicia con gran dureza la expedición de Piali Bajá, en cuanto a los intereses franceses se refiere, también recogida en nota por Charrière (pp524-525).
Ensayamos una traducción versiculada de estos textos, perfectamente complementarios, y que complementan a su vez ese “Acta de Cosntantinopla” de los menorquines tan excepcional. Con ligeras licencias, como algunas mayúsculas que otras, como por ejemplo Dragomán, Trujimán, Islas u Ocasiones.
CARTA DE ENRIQUE II A M. DE LA VIGNE, SU EMBAJADOR EN ESTAMBUL.
Laon, 13 de agosto, 1558.
Señor de la Vigne,
No pongo en duda en absoluto que vos me hayáis advertido verdaderamente del día en que la Armada de mar del Gran Señor salió de Constantinopla.
La cual, de acuerdo con lo que vos habíais proyectado,
podría bien llegar a Córcega hacia el quinto o sexto día de junio,
si el General y los conductores de ella
hubiesen querido tener la diligencia que os prometieron.
Pero no puedo por menos de deciros cómo ha ido todo
--incluso habiendo esperado hasta aquí
pensando ver algún efecto que salvara –rhabilleroit— su falta,
y encontrándome hasta hoy en suspenso
con respecto a lo que debo atender y esperar de dicha armada--,
me ha parecido que debía haceros este despacho
para advertiros que el 27 de junio último pasado,
Juan Bautista el Dragomán –droguement—
vino en una galeota a encontrarse con mi primo el Gran Prior
en la Jasse (Ajaccio);
en donde, con mis galeras, esperaba nuevas de la dicha Armada,
que el dicho Dragomán aseguró
haber dejado en Port-Gallaires o Puerto Galeras,
cerca de Calvy, del lado de dicho lugar de la Jasse (Ajaccio).
En medio de esto, el dicho Gran Prior, en el mismo instante,
para ir a encontrar a la dicha Armada
allá donde el dicho Dragomán decía haberla dejado.
Pero a pesar de alguna diligencia que supo hacer, no hubo manera de que pudiera tener nuevas.
Que fue causa que hiciese despachar mis galeras
con la galeota de dicho Dragomán para ir en pos de la dicha Armada,
tomando la vuelta de Mallorca y Menorca.
En donde fue hallada en el momento
en que había tomado, quemado y saquedo
la ciudad de dicha Menorca,
que habría durado tres asaltos,
con pérdida de gente de dicha armada turquesca
y gran consumo de sus municiones,
cuando todo debía emplearse en mi favor
y para la ejecución de mis empresas.
Pero lo que más yo debo lamentar
es la pérdida de tiempo y de la estación;
pues ella no se condujo a mis puertos para ofrecerse a servirme,
si no el 16 del mes de julio último pasado,
que el dicho Gran Prior, yendo adelante, la condujo a Toulon;
para –con el Beglierbei (Bigliarbey) general— conferenciar y comunicar
sobre la empresa de los fuertes de Villefranche –o Villafranca—
que yo he ordenado que fuese intentada y ejecutada la primera
con la ayuda de las fuerzas de tierra
que he hecho levar y poner en pie para este efecto.
Y hasta hoy estoy esperando nuevas
no de lo que ni siquera se ha hecho, sino solamente comenzado.
Pues el dicho Beglierbei, General de la dicha Armada,
quiso dar en el dicho Toulon refresco a dicha Armada
antes que entrar en juego,
usando por lo demás de las más bellas palabras del mundo,
en cuanto a la buena voluntad y singular afección –cariño o interés—
que tenía en emplear dicha Armada en todos los lugares y sitios
que le fuesen señalados –u ordenados-- de mi parte,
sin ahorrar nada en ello, siguiendo el comandamiento que sobre esto
le había sido hecho de parte del Gran Señor, su patrón,
del cual no esperaba ser avanzado y aumentado en bien y honor
Así, no veo en absoluto que ni él
ni los otros ministros del Gran Señor estantes en la dicha Armada
hayan mostrado o muestren fuerte afección –o interés—
en hacer lo que yo esperaba y me prometía de ellos.
Y, además, los Genoveses
hacen correr ruido –o el rumor— públicamente, por todas partes,
de que dicho Beilerbei general
y los principales de la dicha Armada
han recibido y tomado los presentes
que ellos les han hecho hacer por sus embajadores
que han ido adelante hasta Piombino.
Y no se estiman dichos presentes en menos de ciento o ciento veinte mil escudos, como se dice comunmente –o por todas partes.
Y ahí parece que puede haber algo, pues los dichos Genoveses, tanto en Corcega como por toda la ribera de Génova, airean que tienen seguridad y salvoconducto del dicho Beglierbei general de la dicha Armada, con promesa de no caerles encima en este viaje; y que sea así, ellos lo muestran al no tener ningún miedo, aunque este Beglierbei no reconoce esto sino que dice maravillas por lo contrario.
Lo principal es ver lo que va a suceder al final,
lo cual coronará la obra,
no queriéndome lamentar no obstante
hasta que vea más aparente Ocasión.
Como vos no lo haréis tampoco, de igual manera, por vuestra parte,
con respecto al Gran Señor y al primer Bajá,
sino cuando recibáis otras nuevas de mi.
Pues si la dicha Armada lo hace bien, yo me congratularé; pero si ella hace de otra manera, estad seguro de que no dejaré de haceros entender cómo ha pasado todo.
Y os despacharé hombre aposta para este efecto,
habiéndoos querido hacer este discurso para teneros advertido
de la partida del dicho Beglierbei de la dicha Armada,
Lo que es más fácil de creer que su contrario,
porque se aproxima el tiempo en el que ellos acostumbran
a tomar vacaciones y licenciarse ellos mismos.
Y en conclusión, lo que yo vea que ellos harán en este viaje
me enseñará en lo sucesivo el fundamento que deberé hacer
de su ayuda y socorro para el porvenir.
Mientras tanto, señor de la Vigne, os aviso
de que he recibido todas las cartas que me habeis escrito,
con algunos duplicados de ellas
desde que me despachaste –o enviaste-- a Dolu.
Y he tomado nota muy bien
de todos los buenos y prudentes recordatorios en ellas contenidos, de los que yo haré buena recordación en las Ocasiones que se presenten para tenerlos en cuenta, certificándome bien también de que vos haréis todo lo que pudiéreis por romper los tratos de los Genoveses, del rey de España y del Emperador, según lo que me escribís por vuestras dichas cartas.
A las cuales, por ahora, no os puedo responder otra cosa;
habiendo venido a este lugar de Laon,
al pasar cerca de aquí mi ejército,
a fin de conferenciar y comunicarme
con mi primo el duque de Guisa, mi lugarteniente general,
y otros capitanes y jefes de mi dicho ejército
para tomar una buena resolución en mis negocios;
y sobre las proezas –o grandezas-- del dicho ejército,
que es tal que hace cien años que no fue levado
ni puesta en pie en la cristiandad uno tan bello, tan grueso y poderoso,
principalmente de caballería, gente de a pie de todas las naciones,
con el añadido de una artillería equivalente.
Al hacer mi enemigo, por otra parte,
todo lo que puede para reunir sus fuerzas de todas partes,
resulta que es bien difícil que, aproximándose los dos ejércitos uno al otro,
no se siga una batalla cuyo resultado y éxito está
en lo que disponga Dios creador, distribuidor de vistorias.
Y al cual yo ruego, señor de la Vigne,
Escrito en Laon le día 13 de agosto 1558. Henry / Duthier.
Señor de la Vine: queriendo cerrar la presente,
llegó mi primo el Gran Prior, General de mis galeras,
que me ha hecho saber la partida de la Armada turquesca
sin haber querido hacer ni emprender
ninguna acción ni efecto para mi servicio,
habiendo sido sobornada con dones y presentes por los Genoveses.
Además de las muchas faltas y errores
de los que os informaré con la verdad por Dolu,
al cual os despacharé en dos días
con la mayor diligencia que se pueda tener,
no queriendo dejar de enviaros este despacho
y advertiros de la llegada de la vuestra del 18 de junio último pasado.
En cuanto a las cartas que vos demandáis,
tanto por vuestra carta como por las precedentes,
podéis pensar que los secretarios
no pueden siempre llevar consigo todos los despachos que reciben,
sino que les es preciso enviarlos empaquetados a sus casas
de tres en tres meses por lo menos.
Y ahora, mientras que estamos en estos lugares,
esto no se puede recuperar sino en otra vez –o en otra ocasión.
De los personajes que aparecen en la carta:
- Enrique II, rey de Francia.
- Señor de la Vigne, embajador francés en Estambul.
- El Gran Prior, primo del rey, Francisco de Lorena, comandante de la flota francesa.
- Jean Dolu, enviado del embajador De la Vigne a la corte francesa y que vuelve a Estambul de nuevo en misión oficial.
- El Dragomán –“Droguement”—, o traductor, o intérprete, correo entre la flota turca y la francesa.
- El Beglierbei general de la Armada turca, se refiere a Piali Bajá.
- El rey de España y el emperador Habsburgo, citados, como los Genoveses.
La extensa memoria que sigue fue enviada a Estambul con una nueva carta del rey de Francia de tono duro contra la actuación de Piali Bajá, el Beglierbei General de la Armada:
“Después de que el Beglierbei General --en el que vos
teníais tan gran esperanza--, y los jefes particulares de esta Armada
han pillado, robado y arramplado con todo
lo que han podido encontrar por allí por donde han pasado,
se han burlado con los grandes y suntuosos presentes
que han recibido en oro, plata y otras cosas,
de los Geoveses que les han festejado,
pasando a su vuelta por la ruta de Génova;
en donde se han comunicado y conversado algún espacio de tiempo
con los principales ministros del rey de España,
recibido y mezclado con la dicha Armada
sus galeras y naves como con las mías.
De suerte que se estima ahora, por tal demostración,
que la amistad e inteligencia entre el Gran Señor
y nuestros principales enemigos
es más grande que nunca lo fue entre nosotros dos;
y que en lugar de haberme sido enviada por el Gran Señor
su dicha Armada para favorecer mis negocios o asuntos,
ha sido para todo lo contrario.
Y cualquiera me puede culpar de haber sido siempre tan crédulo en la amistad de dicho Gran Señor, visto que las fuerzas que me ha enviado a menudo han sido empleadas por lo ministros y conductores de ellas antes en infestar y dañar la cristiandad que en atacar al enemigo común y sus aliados, que ha sido todo lo contrario de lo que yo esperaba. Si mis ministros hubiesen hecho otro tanto con respecto al menor de mis amigos, yo les hubiera hecho sentir, con la pérdida de su vida, cuánto tales faltas me habrían disgustado, esperando bien que el dicho Gran Señor, cuando entienda cómo todo esto ha pasado, no hará menos por su parte.
Y a fin de que vos no habléis de memoria de este negocio, os he hecho poner por escrito cómo ha sucedido todo día por día, hasta la hora de partida de dicha Armada turquesca, como veréis por la memoria que os envío.
Y me haréis saber cómo el dicho Gran Señor ha tomado las amonestaciones que vos le habreis hecho;
del entretenimiento y continuación de esta negociación, puesto que ella me resultaría tan ridícula como inútil.”
A la luz de lo que fue la campaña turco-berberisca del verano de 1558, en la que confluyeron las acciones de Piali en Italia y Baleares, de Hasán Bajá, el hijo de Barbarroja, en Argelia, y de Uchalí en aguas de Trípoli y Malta, el tono de la carta del rey de Francia parece excesivo.
Discurso e inf orme del viaje de la Armada de mar turquesca desde que ella llegó a los mares de acá hasta el día en que ella se fue de con –o de la compañía de-- las galeras de rey para regresar sin hacer nada en servicio de su majestad.
Para Charrière, esta “memoria”, que fue enviada a Estambul “para servir de acta de acusación contra el almirante turco”, Piali, por los franceses, parece haber sido redactada por Mr. De Boistaillé, que aparece en el texto, junto con el conde de Tende, gobernador de Provenza, Sampètre Ornano –el Sampietro Corso de la documentación hispana--, que cumplió varias misiones en Turquía, y por el barón de la Garde, que había tenido que ceder el mando de la armada francesa al Gran Prior, Francisco de Lorena. Del barón de la Garde, dice Charrière que tal vez él esté tras el fracaso de esta confluencia de las flotas turca y francesa “por medio de sus inteligencias secretas con los turcos” y descontento con esta cesión del mando de la Armada. Este texto extenso y algo prolijo, pero muy expresivo, según comenta Charrière, fue considerado en alguna ocasión como referido a Barbarroja y su estancia en Tolon, a mediados de los años cuarenta, aunque no se corresponde para nada con aquellos hechos; también fue fechado en 1553 en vez de en 1558 (v.n.p.522 de Charrière). El hecho de que no se cite para nada a Piali en el texto sino solamente al “bacha” facilitaría esa confusión. En el ensayo de traducción al español hemos elegido “Bajá” en lugar de “Pachá” por ser más frecuente en la documentación hispana del momento la palabra “baxa”.
Personajes que van apareciendo en el texto, muy numerosos, pues en el informe se esfuerzan por precisar todos los participantes en los hechos que se narran:
- Enrique II, rey de Francia –S.M. o su majestad--, y el Gran Turco Solimán –S.H. o su alteza--.
- Piali Bajá, Beglierbei del Mar o el “bacha” / Bajá, sin más en el texto.
- El señor de Boistaillé, que había tenido una misión en Etambul en relación con estos sucesos.
- El capitán Dupérat, correo o portador de correspondencia del rey de Francia a Estambul.
- Juan Bautista Buidorio, Truchimán de su majestad cerca del dicho Gran Señor,
- El Arraez –o Rais— de una galeota, enviado del Beglierbei del Mar, Piali, a contactar con el General de la Armada de Francia.
- El señor Jourdan, lugarteniente del rey de Francia en Córcaga.
- El señor de Carcés, enviado con el Truchimán Buidorio a Menorca para enlazar con Piali.
- El señor de Charlus –o Charluz--, acompañante del Gran Prior en los contactos con Piali.
- El coronel Sampetre Corso, o Sampietro Corso, participante en la expedición de reconocimiento con los turcos, junto con el capitán Bache, Martel y el señor de Charlus por parte francesa, del consejo del Gran Prior.
- Caram Mustafa, capitán de galeotas con Piali, encargado con los anteriores de visitar el terreno de Villafranca con los anteriores.
- El conde de Tende, los señores de Mondagron, de Sommerme y de Carde, del entorno del Gran Prior.
- Rustán Bajá, el primer visir de Solimán.
- Comendador de Beynes, en funciones de correo del Gran Prior con otros de su consejo.
- Andrea Doria, de Génova, en estos momentos casi nonagenario ya y que había de morir un par de años después.
“Habiendo el Gran Prior de Francia,
Capitán General de las galeras del Rey,
recibido la orden de su majestad
de salir fuera del puerto de Marsella
cuanto antes posible, con dichas galeras,
para ir derecho a la Isla de Córcega, al lugar de Bonifacio,
para encontrar a la Armada de Levante;
la cual –siguiendo el orden que había sido dado
al Gran Señor y a sus ministros,
tanto por la instrucción del dicho señor Boistaillé
despachado por la dicha su majestad para el Gran Señor
como por la carta portada por el capitán Dupérat—
había estado asignada al dicho lugar.
al General de la dicha Armada,
había --desde el 20 de junio último pasado-- salido
fuera del dicho puerto,
teniendo falta de muchas cosas necesarias,
y había encaminado la dicha Armada hacia la dicha Isla de Córcega.
En donde poco después, habiendo llegado
y tomado tierra en la Jasse (Ajaccio),
al punto de su partida para ir al dicho lugar de Bonifacio,
entró en el dicho puerto de Ajaccio…
una galeota turquesca.
Sobre la cual estaba Juan Bautista Buidorio, Truchimán de su majestad cerca del dicho Gran Señor, con el Arraez –o Rais—de la dicha galeota, despachado de parte del Beglierbei del Mar, General de la dicha Armada de Levante, para el dicho señor Gran Prior.
Los cuales trajeron ciertas noticias –o avisos--
sobre la llegada de la dicha Armada de Levante
a la dicha Isla de Córcega, al Port-de-Gualère –o Puerto de Galera--,
a cuarenta millas de Ajaccio, tirando hacia Calvy.
E hicieron entender al dicho Gran Prior
que a causa de la incertidumbre en la que estaba el Beglierbei
sobre si la Armada de su majestad había venido allí o no,
ellos habían sido despachados de su parte
hacia el señor Jourdan, lugarteniente de su majestad en la dicha Isla,
para que él le comunicara nuevas –noticias o avisos.
Y se les había encargado expresamente, si no encontraban la dicha Armada, volver a él, al dicho lugar de Puerto de Galera; y también, en el caso de que la encontrase, quedarse con la dicha Armada y esperarle en Ajaccio.
Y por su parte, él no había de levarse hasta después de la medianoche del día siguiente y conducir su Armada hasta dicho lugar.
Tan pronto como el dicho señor Gran Prior
para tirar hacia el dicho Puerto de Galera
e ir por delante de la dicha Armada a recibir la dicho Beiglerbei.
Mandó al dicho señor de Boistaillé con dos galeras avanzar un poco
para hacerle saber su venida y encaminarlo hacia el dicho lugar de Ajaccio.
Habiendo llegado al dicho Puerto de Galeras (sic, Gallères)
y no encontrando la dicha Armada de Levante,
pasó más allá, hasta la guarda de Calvy,
donde tuvo nuevas o aviso de que la dicha Armada
había partido la noche anterior,
que fue la misma que el Truchiman llegó al dicho lugar de Ajaccio.
A causa de esto, el dicho señor de Boistaillé
volvió al dicho Puerto de Galera
en donde se reencontró con el dicho señor Gran Prior.
El cual --después de haberse informado
por dichos Trujamán y Arraez de la galeota
qué camino la dicha Armada podía haber tomado,
y de entender de ellos que, según su parecer,
la dicha Armada debía haber ido a Provenza—
decidió en el mismo instante pasar a la dicha costa de Provenza.
Y en efecto --después de haber despachado
una galera hacia el dicho señor Jourdan
para advertirle de todo lo arriba dicho y darle orden
de que si por fortuna la dicha Armada de Levante volvía a Córcega,
que fuese bien recibida y refrescada--,
se partió con un tiempo tan a propósito que el mismo día por la tarde llegó hasta cerca de las Islas Santa Margarita.
En donde, después de haberse informado cuidadosamente
sobre la dicha Armada turquesca,
y no habiendo tenido de ella ninguna nueva,
había tomado el camino de las Islas de Ières
para ser allí informado de los guardas de dicho lugar
sobre si la dicha Armada había sido descubierta.
A donde poco después llegó la galera
Por las cuales –y por la vía de algunas barcas
que se habían encontrado con la Armada turquesca--,
ella había estado descubierta pasando adelante,
navegando por Ponant y Lebesche
hacia las Islas de Mallorca y Menorca.
Lo cual fue cusa de que el dicho Gran Prior,
tras oir el aviso o parecer de capitanes
y otros señores que estaban con él,
concluyó como lo mejor enviar a las dichas islas –y de hecho despachó—
al señor de Carcés y al dicho Truchiman con dos de sus galeras
y cartas e instrucciones dirigidas al dicho Beglierbei del Mar.
Por las cuales le hacía entender
las idas y venidas que había hecho para encontrarle,
la pérdida de tiempo que se hacía en estas navegaciones,
la orden que había dado
en todos los lugares y puertos de su majestad para recibirlo,
acariciarlo y darle refrigerio o refresco.
Le rogaba que viniera a encontrarse con él,
asegurándole que si no había pensado fallarle
como ya, por dos veces, había hecho,
que él mismo fuese con su Armada para reunirse o encontrarse.
El señor de Carcés enviado por el Gran Prior a Piali.
El dicho señor de Carcés tuvo tan buena diligencia que llegó al tercer día siguiente a la isla de Menorca, allí donde encontró la dicha Armada turquesca.
La cual, ocho días antes, habiendo fondeado en la dicha Isla,
había asediado Ciudadela,
una de las principales ciudades de la dicha Isla.
Y tras una furiosa batería, al cuarto asalto forzó la dicha plaza,
habiendo estado rechazados los turcos durante tres asaltos
y perdido un buen número de gente,
poco antes de la llegada del dicho señor Carcés a la dicha Isla.
El cual, con sus cartas y demostraciones, hizo allí tan bien su deber que el 14 de julio último dicha Armada se encontró ante las Islas de Marcelles, y allí pasó una parte de la noche.
que había salido del puerto de Toulon ese mismo día por la mañana, habiendo tenido alrededor de mediodía nuevas de la dicha Armada por una de las galera que habia enviado a Menorca a buscarla, partió de inmediato para ir ante ella, de manera que la misma noche llegó y surgió cerca de Ciputa.
Y al día siguiente por la mañana se reunió con la dicha Armada,
navegando costa a costa, a mano izquierda de la galera del Bajá
hasta dentro del puerto de Toulon.
En donde, fondeado, se fue al momento a encontrar con el dicho Bajá.
Y llevó en su compañía a ocho o diez de los más aparentes de su Armada,
entre los cuales estaba el señor Boistaillé,
a quien el rey había remitido la credencial de las cartas
que su majestad escribió al dicho Bajá.
Al cual fueron entregadas con todas las mayores caricias
y buena acogida que se le supo hacer,
dándole a entender cuan deseada era su venida
para la ejecución de los designios de su dicha majestad,
de los que se le declaró la empresa de los fuertes de Vllafranca.
A lo cual dicho Bajá se mostró muy atento,
mostrando por muchos buenos propósitos tener gran voluntad
de hacer servicio a su dicha majestad.
El resto del día se pasó en hacer aguada, de que la dicha Armada tenía extrema necesidad, y a distribuirles cierto númeor de bueyes y corderos, con cantidad de aceites, azúcar, miel, vinagre, frutas y otros refrescos que se les tenía preparado.
Sobre la tarde, dicho mi señor el Gran Prior
envió al dicho señor de Boistaillé
para entender del Bajá a qué hora quería partir.
El cual le respondió que por esta noche él no tenía orden alguno a causa de que su chusma estaba muy trabajada, pero que partirían al día siguiente.
Lo que hizo alrededor de mediodía.
En donde por la tarde y la mayor parte de la noche –porque era el fin de su cuaresma— hicieron una infinidad de signos de alegría.
Al día siguiente, muy de mañana, que era el día de sus Pascuas, se levaron de la Poste y fueron solamente hasta Pourquerolles.
Y allí hicieron aún más fanfarrias que la tarde anterior.
Y así se pasó todo el día y la noche siguiente.
Partió dicha Aramada, y alrededor de tres horas después de mediodía
llegó a las Islas Santa Margarita,
en donde el señor barón de la Garde,
que tenía a su cargo las fuerzas de tierra, se encontró poco depués.
Pues dicho mi señor el Gran Prior lo había advertido
con un bergantín expreso que él había hecho partir el día anterior
para ir a su encuentro dicho día en Anthibe –o Antibes.
En donde, después de haber parlamentado juntos un tiempo,
se volvió el dicho señor barón de la Garde,
hasta el día siguiente, en el que volvió
para encontrarse con dicho mi señor el Gran Prior.
En compañía del cual –y de los señores de Charlus, Boistaillé, de Carcés, coronel Sampetre— fue a visitar al dicho Bajá.
El Gran Prior visita a Piali y negocia, sin éxito, que le ayude sobre Niza.
Con el cual, después de haber pasado algunas palabras
sobre las fuerzas de tierra,
y haber entendido también del dicho Bajá
la buena voluntad que tenía de hacer servicios a su majestad
y de ejecutar dicha empresa,
concluyeron ambos que se iría a reconocer por mar los dichos fuertes.
Y de hecho, de parte del dicho Bajá,
fue despachado Caram Mustafa con algunas galeotas,
y de nuestra parte fueron enviados sobre dos galeras
el capitán Bache, Martel, el señor de Charlus y el coronel Sanpetro Corso.
vinieron a encontrar al dicho señor Gran Prior.
En compañía de los cuales –y de los señores de Charluz,
de Boistaillé, de Carcés y muchos otros—
el dicho señor Gran Prior
fue a encontrarse con el Bajá para saber su resolución.
El cual, estando con todos sus consejeros
y habiendo escuchado el informe de Caran Mustafa,
hizo responder que
--La dicha empresa le parecía muy difícil
porque los enemigos podían hacer pasar del lado de Villafranca
tal número de gente que –llegando a introducir artillería en tierra
y siendo después apremiados por el tiempo a abandonar a los suyos
y retirarse hacia las más próximas dichas Islas Santa Margarita--,
les podría sobrevenir un gran inconveniente
con gran deshonor y detrimento de dicha Armada,
y sobre todo mayor a la reputación del Gran Señor.
Y que si de parte del rey se le quisiese emplear en alguna Isla
en la que no pudiese tener miedo de ser rodeado,
que muy gustoso mostraría los efectos de su buena voluntad.
A lo cual el dicho Gran Prior hizo responder por el Trujimán que
--No quería por nada del mundo poner en riesgo o azar
la reputación ni la Armada de su alteza, ni menos la de su majestad,
y no se juzgaría digno del cargo que su majestad le había dado,
si antes de intentar dicha empresa
no estuviera bien advertido o avisado
de las fuerzas y medios de los enemigos.
Los cuales eran tan poco de temer
que si a él le placía secundarnos con algún número de gente
para contener solamente a los que estaban en la ciudad y castillo de Niza,
y los hacía descender a tierra,
estaba seguro –en algún tiempo que pudiese sobrevenir—
lograr dichos castillos,
que estaban en tan poca defensa
a juicio de todos los que los habían reconocido
que ellos no podían soportar la artillería en batería veinticuatro horas.
Que si él tenía no obstante alguna duda
en nombre de su rey, del que su propia persona respondía, a pagar dos mil escudos.
No obstante todas aquellas ofertas y ruegos,
dicho Bajá no quiso decidirse a proveer alguna gente o cañón
para poner en tierra o desembarcar.
Visto lo cual por el dicho señor de Boistaillé –que tenía este encargo de su majestad— hizo entender al dicho Bajá cómo
--Habiendo sido enviado de parte de su majestad
a su alteza en Andrinópoli,
entre otros placeres y socorros con que su alteza
estuvo dispuesto a socorrer a su dicha majestad este año,
le hizo decir por el señor Rustan Bajá
que enviaría su invencible Armada
para intentar la empresa que mejor le pareciese a su majestad
y ayudarle con sus gentes, artillería y munición
para poner en tierra o desembarcar.
Y por seguro y obligación de estas promesas,
su alteza había enviado sus cartas auténticas dirigidas a su majestad,
en las cuales había un artículo dando orden
a todos los Sangiac –o sanjacos--, genízaros, spahis –o sipahis—y otros de que lo hicieran así.
Que su majestad recibiría un gran daño
por haber –con este fundamento— roto con sus vecinos
y atraído la guerra sobre su casa,
si a él no le placía hacerle disfrutar de la gracia y promesa de su alteza.
Y diciendo esto, el dicho señor de Boistaillé
presentó el original de dichas cartas al dicho Bajá.
El cual, después de leerlas y releerlas
y hacerlas leer particularmente a todos sus consejeros asistentes,
mostró estar atormentado en su espíritu,
de tal manera que entró en gran tensión con dichos sus consejeros,
a causa de que –según lo que el Trujimán informó—
la mayor parte eran del parecer o aviso
que se debía obedecer a las cartas del Gran Señor,
En fin, no fue posible ganar nada más,
y así persistió el dicho Bajá en su primera respuesta,
exucsándose en que eso se debía entender
cuando la empresa se hubiera encontrado buena para él y los suyos;
pero que la que se presentaba no le parecía razonable
y no quería consenir de ninguna manera se hiciese.
Que si fuera necesario, escribiría a su majestad
como también él rendiría buena cuenta al Gran Señor
y en todos los lugares donde fuera llamado,
añadiendo además que él tenía por su parte
un comandamento –orden o comisión-- particular
al cual le era preciso obedecer.
En medio de todo esto, tornando el dicho señor Gran Prior
con la perplejidad tal que cada uno pueda pensar,
y no pudiendo entender nada de cierto,
decidió irse en persona a reconocer los lugares
y de igual forma conferenciar con los dichos señores
conde de Tende y barón de la Garde,
tocante a los aparejos o preparativos tanto de gente
como de otras cosas necesarias para la ejecución de la empresa.
De suerte que se embarcó en su galera patrona, dejando la real con la Armada.
Y acompañado de otras dos galeras fue hasta el puerto de dicha Villafranca.
Y después de haber bien reconocido y considerado el asiento del lugar, se retiró a Anthibe el mismo día, 20 de julio, y allí pasó la noche.
Después, al día siguiente por la mañana, reunió el consejo.
En el cual estaban los dichos señores conde de Tende, barón de la Garde,
los señores de Boistaillé, Charlus, de Carcés, Bache, Martel, Sampetre Corso.
Donde, después de haber hecho el informe
del reconocimiento que había hecho de la dicha plaza
y de la facilidad que encontraba allí para ejecutar la dicha empresa,
fue al fin resuelto de común acuerdo
que si se pudiera hacer algo ante el dicho Bajá
para obligarlo a quedarse hasta el 15 de agosto
Esta resolución así tomada o adoptada, el dicho día volvió el dicho señor Gran Prior a la Armada, e incontinente –o inmediatamente—se fue hacia el dicho Bajá para intentar obtener o lograr de él lo que se había decidido.
Después de haber hecho al cual entender
tanto el reconocimiento que había hecho de la dicha plaza
como la resolución tomada sobre eso por los ministros de su majestad
–y rogado al dicho Bajá que no le tuviera más tiempo en suspense--,
no pudo obtener de él otra cosa sino que:
--Él sabía el tiempo que tenía para quedarse, que era bien poco.
Que no quería dar ninguna esperanza
de meter gente en tierra o desembarcar,
que él daría buena orden para que el mar nos fuese asegurado
mientras nosotros quisiéramos hacer ensayar la dicha empresa.
De lo cual el dicho señor Gran Prior advirtió inmediatamente
a los señores conde de Tende y barón de la Garde
por medio del comendador de Beynes,
que él envió urgente para saber su parecer,
según el cual debería dar la respuesta al dicho Bajá.
Los cuales –después de haber entendido lo que el dicho Gran Prior les escribiera, avisaron de que el dicho señor de la Garde le iría a encontrar para declararle su resolución.
De suerte que habiendo llegado el dicho señor de la Garde a la real,
mostró al dicho señor Gran Prior que ni el dicho señor conde ni él
eran partidarios en absoluto de aventurar las fuerzas del rey
en la dicha empresa de Villafranca
si los de la dicha Armada turquesca
no desembarcaban gente en tierra para secundarlos,
como también su majestad lo había entendido siempre.
Y que convenía ir al Bajá para rogarle
que hiciera descender hasta dos mil hombres ,
atento a que tenían noticias o avisos de veinticuatro galeras de enemigos
que el día antes habían desembarcado cerca de Niza
ochocientos hombres que pensaban enviar a Menorca.
El dicho señor Gran Prior --y los de su consejo— decidió ir entonces al dicho Bajá para requerirle que le facilitase los dichos dos mil hombres en tierra para acompañar a las gentes del rey, que serían siempre los primeros en todas las acciones.
A lo cual este Bajá respondió muy friamente
que él no estaba decidido en absoluto a separar a los suyos;
cuanto más que no habiendo puerto a su favor cerca del dicho Villafranca,
si venía a ser sorprendido por alguna borrasca y constreñido a levarse,
él estaba seguro de que su gente querría reembarcarse;
y que siendo natural en ellos sorpenderse fácilmente
si pierden de vista sus galeras,
no se podrá esperar de ellos servicio de importancia.
Y, por otra parte, que él veia esta empresa muy difícil
dado el tiempo que tenía para quedarse por acá;
y que estándole prefijado término para retirarse a Levante,
no podía pasar más allá del comandamento u orden que le había sido dada;
de tal manera que no estimaba que fuese cosa
que se debiera intentar por esta vez,
y que la cosa requería venir allí rápido
con toda suerte de ingenios y cosas necesarias
para la expugnación de dichos fuertes;
lo cual se debía remitir a otro año
en el que se pudiera levantar Armada y aparejos suficientes
en mejor hora o más temprano.
A lo cual el dicho señor Gran Prior replicó
que si la cosa era más tiempo diferida,
que con poco gasto y en poco tiempo el enemigo
convertiría los dichos fuertes en inexpugnables.
Y que tomándolos ahora, lo cual él estimaba muy fácil
si el dicho Bajá quisiese emplear allí solamente una parte de su Armada,
el rey tendría buen medio de fortificarlas y guardarlas.
Lo cual sería un freno al enemigo para la guarda del país de Provenza,
y un puerto seguro y cómodo para recibir la dicha Armada turquesca
cuando ella viniese a sus pagos,
y una puerta para entrar y salir por mar al país de Piamonte,
en su mayor parte reducido a la obediencia de su majestad;
podrán tener ordinariamente galeras
para infestar las fronteras de su majestad
e impedir la navegación y conserva de la dicha isla de Córcega.
Y que dicha su majestad --la cual se había prometido tanto del servicio de la dicha Armada— estimaría que sus ministros habían dejado de hacer la dicha empresa por falta de coraje más bien que por carencias que la dicha armada tuviese; habiendo hecho batería en Menorca con veintidós cañones y dado cuatro o cinco asaltos por el provecho y las ganancias de las presas –robe, ropa--, no podrá hacer menos que de los ocho o diez mil hombres que están sobre las galeras, meter en tierra solamente dos mil para le servicio de su majestaed, al que estaba destinada (la Armada).
Y en cuanto al tiempo, que él decía ser corto, que en esto no había falta de su majestad ni de sus ministros, a los cuales había tenido tan pronto como las dos Armadas se habían encontrado juntas. Pero que aún quedaba tiempo bastante para ejecutar la dicha empresa y otras dos semjantes, pues había seis semanas enteras hasta el mes de septiembre, que era el tiempo ordinario en el que las Armadas de Levante acostumbraban retirarse, y no antes,
con una infinidad de otras réplicas y razones
para reducir al dicho Bajá a que le acordase su demanda.
Mas después de que el dicho Bajá
hubiese alegado muchos inconvenientes y excusas,
dijo resueltamente al dicho señor Gran Prior que
--Ni él ni los suyos encontraban en absoluto
esta empresa realizable con éxito
y no estaban decididos a ayudarle para nada.
Y que en lo tocante a las fuerzas que había empleado
en la toma de Menorca, sabía bien a qué atenerse;
pues habienso sobrevenido durante el tiempo de la batería o bombardeos
una borrasca que le constreñía a alargar las galeras
seis o siete millas en el mar,
o la ciudad hubiese tenido allí gente para salir o saltar, toda su gente y su artillería se hubieran quedado allí.
Con lo que por esta experiencia,
no podía esperar que les fuese mejor en la dicha Villafranca.
El Gran Prior propone a Piali la empresa de la Bastide.
Viendo el dicho señor Gran Prior que no había manera de persuadirle,
con el consejo de los que estaban allí con él propuso al dicho Bajá
la empresa de la Bastide,
volviéndole a exponer que era lo menos que su majestad
tenía esperanza de ejecutar, tanto por ser un lugar batible por todos lados
como por tener en Córcega buen número de viejos soldados,
además de los que él podría transportar con prontitud, dos o tres mil--,
requiriendo al dicho Bajá que desde ese mismo momento
se dignase encaminarse a Córcega con toda su Armada.
El cual comenzó a adelantar tantas o más dificultades
como había alegado para el plan o designio de Villafranca,
igualmente la incomodidad del puerto,
de la fortificación del lugar desde que una Armada
había estado a punto de tomarla, y de la brevedad del tiempo.
Y habiendo inquirido sobre a quién pertenecía,
y habiéndole sido dicho que era de Genoveses,
hizo responder que él no tocaría nada a lo que tocaba a los dichos Genoveses. Además de que, al ser cosa nuevamente propuesta, tenía necesidad de nuevo consejo.
Y que haría convocar a los principales de la Armada
para comunicarles este negocio y con ellos tomar una resolución.
De suerte que no pudiendo obtener otra cosa el dicho señor Gran Prior,
se volvió muy enfadado a su galera,
en donde se había quedado el dicho señor de la Garde.
El cual le hizo gran instancia para ir a hablar con el dicho Bajá,
lo que le permitió el señor Gran Prior,
mandando al señor de Boistaillé que le acompañara.
Habiendo llegado a la galera del dicho Bajá,
el señor de la Garde –comenzando a hablar por el Trujimán,
y tras muchas y honestas y graciosas palabras—
si el dicho Bajá quería emplear allí una parte de sus fuerzas
y poner en tierra algún número a fin de que los enemigos , al menos,
conociesen que él tenía deseos de favorecer y ayudar a toda costa a los nuestros.
El dicho Bajá –el cual como es dicho había entendido hablar
de la Bastia que mantienen los Genoveses,
de los cuales había tomado y esperaba aún haber grandes presentes--,
viéndose presionado tan fuerte por los dichos señores de la Garde y de Boistaillé,
que le hacían las mismas demostraciones
que le habían hecho el dicho señor Gran Prior,
dijo que estaría dispuesto a hacer descender a tierra en la dicha Villafranca
mil hombres para acompañar los de su majestad.
Por lo cual los dichos señores le dieron las gracias,
asegurándole que todas sus gentes y compañías
estaban prestas para embarcar y marchar allá.
Hecho esto, se volvieron hacia el dicho señor Gran Prior
--que tuvo un singular placer al entender
que el dicho Bajá había decidido ocuparse--,
tanto para avisar que el dicho señor de la Garde volvería con diligencia
para encontrarse con el dicho señor conde para advertirle
como para dar orden de mantener prestos dos o tres mil hombres
para meterlos en las galeras, a fin de llevarlos por mar
hasta cerca de la dicha Villafranca, y allí ponerlos en tierra o desembarcarlos
con los mil que el dicho Bajá había acordado,
para juntos hacer una buena cabeza
mientras que la artillería se desembarcaba.
Ahora bien, el dicho Bajá –como hemos dicho—
habiendo hecho llamar a los de su consejo,
a persuasión de ellos –como es presumible—cambió de nuevo de opinión;
pues tres o cuatro horas después envió a decir al Trujimán
que no podía en modo alguno poner en tierra
los mil hombres que había prometido,
alegando muchas razones que ya había alegado antes.
De suerte que, viendo el dicho señor Gran Prior esta confusión e inconstancia,
envió un gentilhombre expresamente
a los dichos señores conde de Tende y barón de la Garde
para advertirles de esto, para que no hiciesen entrar para nada
sus gentes en el condado de Niza.
y decidieron ir al Bajá.
El cual, tras una infinidad de razones alegadas de un lado y otro,
e incluso la lectura de la carta que el Gran Señor había escrito a su majestad,
declaró notablemente que él no podía quedarse allí más tiempo
que hasta el 5 del mes próximo,
y en ese plazo no estimaba en absoluto que fuera posible
tomar los fuertes de Villafranca.
De todas formas, si ellos querían intentar esta empresa,
los favorecería por mar solamente hasta dicho día.
Y que cuando las aproximaciones y trincheras estuvieran hechas,
haría bajar a tierra algún número de su gente;
de estas mismas gentes él no quería asegurar nada
porque nada más que el tiempo le obligase a retirar sus galeras,
haría embarcar esa gente.
Pero el dicho señor Gran Prior y los de su compañía,
viendo que no podían esperar nada cierto de dicho Bajá,
y que no era razonable emprender nada si los turcos no prometían
descender a tierra y quedarse allí con los nuestros,
concluyeron por decir al Bajá que puesto que ellos lo veían resuelto
en lo que les había declarado,
El Gran Prior propone a Piali la empresa de Puerto Hércules.
no había que hablar más de la dicha empresa.
Al día siguiente por la mañana, día 24 de julio,
viendo el dicho señor Gran Prior todo lo que había pasado,
a fin de no dejar nada atrás para prevalerse de la dicha Armada,
fue de buena mañana al dicho Bajá,
acompañado del dicho señor de Boistaillé,
y por el Trujimán le hizo decir
que puesto que él no podía acomodarse a favorecer
ni la empresa de Villafranca ni la de la Bastide,
que con bien poco trabajo y un poco de tiempo
podía tener el medio de hacer un servicio señalado a su majestad
si al volverse quisiera favorecer la empresa de Puerto Hércules,
que su majestad pretendía ejecutar este año
para la defensa de las ciudades y fortalezas que tiene en Toscana.
Entonces el dicho Bajá comenzó a preguntar o interesarse por el asiento y fuerzas del lugar, municiones, artillería
que con lo que se llevara en las galeras de su majestad,
las plazas y fortalezas suyas en la Toscana
estaban bien abastecidas de las cosas necesarias
no solamente para la expugnación de dicho Puerto Hércules
sino también para otro lugar más fuerte
puesto que del lado del mar podían estar seguros de sus enemigos.
Lo cual el dicho Bajá podía fácilmente hacer con su Armada,
visto que tenía cerca de allí bellos puertos
para mantenerla en seguridad de todos los vientos,
y no se desviaba nada de su camino de regreso,
con muchas otras razones que le fueron puestas delante
para persuadirle a emplearse en esta empresa.
Sobre lo cual dijo que en Constantinopla
se debía haber declarado con su nombre los lugares
a los cuales su majestad entendía ceñirse
a fin de que el dicho Bajá hubiera tenido un rápido comandamento,
tanto más habiédole encargado que no aventurase nada su Armada
en lugares que no estuviera seguro de tomar.
Por estar obligado a resolver de acuerdo con el aviso de los de su consejo,
se encontraba como el hombre más enfadado y confuso del mundo
a causa de los altercados y diversidad de opiniones de los suyos,
que a todos sus propósitos le ponían delante dicho comandamento,
haciendo las cosas muy difíciles y azarosas,
talmente como si fuera hacer una empresa contra su opinión
y que si ella no se lograse al gusto del Gran Señor
estaba seguro de ser reprendido y castigado.
Y por otra parte, él tenía el mayor pesar del mundo
por haber venido con una poderosa y gruesa Armada
que tanto costó equipar y hacer salir,
sin haber nada explotado en servicio de su majestad,
que bien se podría, pensaba él, lamentar y hacerle acusar ante el Gran Señor;
pero que no obstante, tenía bastantes razones para excusarse;
y cuando llegase a Cosntantinopla él sabría alegarlas bien,
pidiéndole al dicho señor de Boistaillé
volviese a Constantinopla de parte de su majestad
para hacerle entender como el dicho Bajá se había gobernado.
El cual señor de Boistaillé le respondió
que esperaba que antes de partir juntos haría un tan buen servicio a su majestad
para hacer ni decir cosa que fuese en deshonor y desventaja de su excelencia,
a la cual deseaba más bien hacer honorar y estimar.
Pero que en lo tocante a lo que decía sobre que los ministros de su majestad
debían haber especificado los lugares en Constantinopla
a donde se quería dirigir la Armada,
en esto se había guardado el orden, que era tal
que en todas las Armadas que han salido para hacer servicios de su majestad,
las empresas han sido siempre remitidas
sobre la credencial del lugarteniente general
y otros ministros de su dicha majestad;
porque la mayor parte de tales planes o designios
se ejecutan mas a ojo y sobre la marcha que con una larga deliberación.
Y principalmente, que si era preciso especificar
las empresas de su majestad en Levante e insertarlas en los comandamentos, siendo una cosa que viniera a ser descubierta,
sería fácil al enemigo conducir todas sus fuerzas de ese lado y remediarse: de suerte que cualquier Armada que se pueda presentar no podría emprender nada allí.
Lo que no se puede hacer siguiendo el orden acostumbrado, porque la incertidumbre que tiene el enemigo
de los planes o designios de dicha Armada le hacen acrecentar los gastos y dividir su fuerza de tal manera que sus plazas se quedan mucho peor provistas o abastecidas y con más facilidad de ser sorprendidas. Que esta excusa no podía servir a su excelencia, pues había ya comandado dos Armadas de su alteza con este mismo orden.
En resumen, que se le había propuesto
la empresa del dicho Villafranca la primera
como más importante para el bien, seguridad, dilación
y defensa de lo paises de su majestad;
después la de la Bastide, que no era de menor importancia para Córcega,
y la última la de dicho Puerto Hércules, la cual, puesta en ejecución,
salvaría lo que su majestad tiene en Toscana,
lo que será difícil de guardar por no haber allí puerto seguro
para dar socorro por mar.
Y que dejando en tal estado los negocios de su majestad,
bien se podría decir que la dicha Armada
le había perjudicado mucho más que ayudado,
y tanto más que el dicho Bajá se quería retirar
en el tiempo en que los otros, anteriormente,
habían comenzado a actuar o ejecutar;
y que él mismo sabía que en su otro viaje
que los enemigos que estaban más fuertes por mar,
sintiendo la dicha Armada extranjera,
no estaban por dejar pasar esta buena ocasión
de echársele encima a su dicha majestad,
mismamente del lado de Córcega,
teniendo los medios para transportar allí sus fuerzas
antes de que se pueda remediar.
El dicho Bajá, todo alterado, comenzó de nuevo a declarar
cuánto le disgustaba haber perdido ya tanto tiempo;
y que, en cuanto a la empresa del dicho Puerto Hércules,
que tenía necesidad de comunicarlo con su consejo,
lo que haría de inmediato y enviaría la resolución al dicho Gran Prior.
El cual le dijo que ellos quedaban de acuerdo
en hacer que llevase allí toda la Armada de su majestad.
Si no, él le acomañaría con dieciocho o veinte galeras
a lo largo de la costa de Italia a fin de que los enemigos
no pensasen que la dicha Armada hubiese abandonado del todo
los negocios de su majestad.
Sobre lo que el dicho Bajá respondió que él haría en ese momento reunir sus capitanes para aconsejarse de todo.
Piali recibe a Genoveses en su galera, y protesta de los franceses.
Y, así, se partió el dicho señor Gran Prior de su compañía.
Y cuando entraba en su galera pasó a popa de ella
una fragata armada portanto encima la bandera de Génova y la de España.
La cual fragata, sin haber saludado,
se fue a la popa de la galera del dicho Bajá,
en donde descargó muchos frutos.
Visto lo cual por el dicho señor Gran Prior,
mandó al dicho señor de Boistaillé ir al dicho Bajá
para mostrarle la indignidad del hecho;
y que le parecía cosa extraña que los enemigos de su majestad
viniesen tan privadamente en medio de su armada y de sus puertos
con las banderas desplegadas;
y que le rogaba ordenar sobre ello lo que mejor le pareciese.
que si el dicho señor Gran Prior quería,
le enviaría la dicha fragata y los que iban en ella
para hacerlos colgar de su antena si le parecía bien,
y preguntó al dicho señor de Boistaillé si los quería aceptar.
El cual, conociendo que el dicho Bajá estaba un poco conmovido
por la falta que sentía haber hecho,
le dijo que el dicho Gran Prior no querría hacer cosa que le pudiera desagradar,
y que si él lo encontraba bueno que lo haría;
no obstante, que en esto se remitía a él porque sabía que dicho Bajá
conocía muy bien la importancia que tenía un negocio tal
para el servicio de su majestad.
Le replicó dicho Bajá que puesto que se le dijo
que en los puertos de su majestad podía usar como en el de Constantinopla,
en el que todas las naves amigas o enemigas pueden entrar.
A lo que el dicho señor de Boistaillé hizo responder
que su alteza ha siempre considerado al enemigo de su majestad
como enemigo común,
para el que sus puertos están cerrados y prohibidos
si no es por salvoconducto;
y en cuanto a los Genoveses,
aunque no portasen otra enseña que la de su ciudad,
sí eran enemigos de su majestad y por tal reputados también por su alteza;
la cual había empleado hasta aquí las fuerza de sus armadas
a favor de su majestad para privarlos de todo lo que ellos tienen,
como cada uno ha podido ver en la expuganción de las plazas de Córcega.
Que su excelencia, estando bien informado de esto,
últimamente, incluso, en Elba, había asegurado a los ministros de su majestad
de tener a los dichos Genoveses como enemigos,
a hacerles la guerra hasta que su alteza le haya ordenado hacer de otro modo.
Y hecho esto, partió el dicho señor de Boistaillé.
Poco después, la dicha fragata de Génova se alargó de la real del Bajá y salió fuera del puerto acompañada no obstante por galeras y galeotas de la vanguardia, que la escoltaron hasta la fortaleza de Niza.
Después, habiendo el dicho Bajá tenido consejo con sus sanjacos, envió a decir por el Trujimán al dicho señor Gran Prior
por el comandamento u orden muy expresa que tenía de volverse
y el poco tiempo que podía tenerse por esto, rogándole que le dejara ir.
Sobre lo cual, habiendo el dicho señor Gran Prior encontrado esta respuesta tan extraña, le fue a visitar.
Y después de haberle vuelto a mostrar el poco tiempo que habían estado juntos,
que no era más que nueve días,
la costumbre ordinaria de las Armadas turcas de quedarse
hasta el 10 de septiembre en los mares de acá,
el daño por la pérdida de reputación que sobrevendría a su majestad
y otras muchas particularidades,
sin haber podido ganar nada allí,
se vio constreñido a suplicarle al menos que le permitiera
acompañarle con algunas galeras suyas de las mejor calafateadas,
para que el enemigo, al verlos juntos,
mantuviese siempre el miedo y gasto que había comenzado a hacer,
puesto que había resuelto no asignarse a plaza alguna.
No habiendo podido obtener esto, por más instancia que pudo hacer,
tomó lo más amablemente que pudo licencia de él
y se partieron así el uno del otro con muchos honestos propósitos de amistad.
Poco después, el dicho señor Gran Prior
se levó de dicho lugar para meter los barcos de municiones
bajo la fortaleza de Anthive,
en donde reencontró al señor barón de la Grade;
el cual, viniendo de encontrarse con el Bajá,
habló con el dicho señor Gran Prior que le hizo entender lo arriba dicho.
El dicho señor barón quiso aún intentar obtener algo del dicho Bajá,
y fue en compañía del sicho señor Boistaillé
hasta el lugar donde estaba la dicha Armada;
a la cual encontró ya levada, de suerte que se vio obligado
a seguirla hasta la Poste;
en donde propuso al dicho Bajá
detenerse en el puerto de Santa Margarita solamente ocho días
–y menos, si no podía— para dar gusto al dicho señor Gran Prior
para retirar sus municiones a lugar seguro ,
no sólo para proveer de lo que sería necesario para la conservación de Córcega,
sino también para él retirar la gente de guerra
que se le había ordenado encaminar al país enemigo
Sobre lo cual, por toda resolunción,
el dicho Bajá le hizo entender que él no quería quedarse más ,
sino que al día siguiente tomaría su camino hacia Villafranca
a fin de que el dicho señor barón avisase de hacer retirar la gente de tierra.
Así, se partieron los dichos señor de la Garde y de Boistaillé.
Al día siguiente el viento fue tan contrario que el dicho Bajá no se pudo levar.
El dicho señor Gran Prior, sin embargo, que estaba a una milla de allí,
no quiso dejar de contactarle para hacerle entender
que se congratulaba de que el tiempo fuese tan contrario
que no le dejara ir más adelante, por el deseo que tenía
de estar con él la mayor cantidad de tiempo posible,
rogándole que le permitiese ir a verle.
A lo cual el dicho Bajá hizo responder que verdaderamente,
sin el tiempo contrario, hubiese partido;
mientras tanto, que a él no le parecía bien que se entrevistasen más
pues ya había tomado licencia el uno del otro.
Durante estas idas y venidas,
llegaron otras tres fragatas de Génova
con similares banderas desplegadas que la que había venido el día antes;
las cuales, guiadas por un buen número de galeras de la dicha Armada turquesca,
iban a encontrarse con el Bajá,
a quien una portaba –como el dicho señor Gran Prior supo por ciertos avisos—
presentes de paños de oro y de seda
que el señor Andrea Doria enviaba particularmente al dicho Bajá,
por valor de cuatro mil escudos.
La otra venía de parte de los Genoveses,
portando seguro del presente que había sido acordado en Elba
entre el dicho Bajá y ellos,
y para rogarle pasar por Génova,
en donde el dicho señor había decidido hacerle un festín solemne;
y para esto, había enviado cuatro de sus galeras
que debían de acercarse allí por la tarde para conducirle hasta el dicho lugar.
La tercera había partido de Nápoles para tratar de los prisioneros.
Visto lo cual por el dicho señor Gran Prior
estando también advertido de que la Armada de Génova
resolvió partirse de allí y poner en orden sus galeras y barcos bajo el fuerte de Anthibe.
Lo cual hizo poco antes de la noche.
La cual noche, nada más comenzar,
el dicho Bajá se levó de la Poste con toda su Armada;
y sin pasar por Villafranca como había prometido,
tomó el camino de Capocorso.
Y el señor Gran Prior, después de haber avisado
con los dichos señores conde de Tende y barón de la Garde
de lo que era necesario para la seguridad de las plazas de Provenza,
despachó una parte de sus galeras mejor calafateadas a Córcega,
en las que mandó dinero, municiones de toda suerte, al señor Jourdan,
lugarteniente de su dicha majestad en la dicha Isla de Córcega,
y se retiró con sus otras galeras al puerto de Marsella.
PROTESTA FRANCESA CONTRA PIALI BAJÁ EN ESTAMBUL, POR PARTE DEL EMBAJADOR DE LA VIGNE Y DE JEAN DOLU.
El señor de la Vigne, el 10 de noviembre de 1558, respondía al rey de Francia dándole cuenta de la negociación y protesta hecha en Estambul siguiendo sus indicaciones (Charrière, pp.524-529):
“Sire:
Estando presente el señor Dolu públicamente en el Diwan,
con los Bajaes y con la persona misma del Gran Señor
–contra lo que se ha acostumbrado hasta aquí--,
no obstante los impedimentos que Rustán Bajá me ha querido dar allí,
sin nigún respeto o consideración de cosa que me pudiera sobrevenir,
he buscado presentar y dar vuestras cartas
y lo que yo había puesto por escrito,
y hacer escuchar de boca el perjuicio que vos habéis recibido este año
--a causa de la partida de su dicha Armada
sin haber querido ejecutar nada para vos--,
respondiome el dicho Gran Señor
con semblante y palabras muy amistosas y dulces
que después de que él hubiera visto y considerado todo,
me enviaría la respuesta tal como ella debía ser, honesta y razonable.
de una sincera y pura voluntad procedente del gran afecto que os tiene,
sin ningún fraude ni ficción,
os había enviado su excelsa Armada provista de buenoshombres
y de todas las cosas necesarias para la guerra,
con orden expresa al Capitán General de ella
de ir derecho a encontrarse con la vuestra,
sin diversión o emprender nada al margen de ello;
para conjuntamente, según fue advrtido,
haceros servicios hasta el tiempo
en que las otras Armadas tenían por costumbre volverse.
No habiendo hecho lo cual el dicho Capitán,
ni portado el honor y reverencia que os debía a vos
y a su dicho comandamento u orden,
su alteza queda tan pesaroso y descontento que no es posible estarlo más.
De lo cual, y del respecto que porta a la amistad
que hay entre vosotros dos,
no puede por ahora haceros otra más grande demostración
que hacer la guerra a vuestros enemigos
--como lo hará en persona, el año que viene, en Hungría—
y no sólo haber expulsado a los Genoveses de aquí
sino también de la esperanza que habían concebido de su protección,
si no es por vuestro medio y consentimiento y las condiciones que vos aviséis.
Los cuales, por un simple salvoconducto
que ellos habían retirado de su cancillería
cuando la Armada estuvo en Calvy para poder venir a su Puerta,
habiendo enviado últimamente allí sus embajadores,
habrían astutamente persuadido a su Beglierbei
que –por el aviso que ellos decían haber tenido de su embajador—
su alteza los había ya recibido por sus esclavos y tributarios.
Por tal astucia y cautela
habiéndose dejado tontamente confundir el dicho Beglierbei,
ellos habían salvado su país de ser quemado y pillado,
pero en el futuro les sería por ventura bien difícil garantizarlo.
Y que de las otras faltas que su dicho Beglierbei había hecho en este viaje, según sus excusas –no sólo el consejo que le había sido dado para asistirlo sino también todos los pirncipales de las galeras han testimoniado--,
una fragata para advertirle de que no se apresurase demasido
en venir a vuestros puertos,
y que ella tenía bastante tiempo disponible
para andar algunos días por el mar antes de que la vuestra estuviese presta.
Que fue lo que movió o decidió al dicho Capitán --para no perder tiempo— para ir a Menorca.
Habiendo vuelto luego a Tolon
para emplearse en hacer alguna buena cosa por vos,
de noche, secretamente,
fue dos o tres veces aún avisado por los vuestros mismos
de las pocas fuerzas que debíais haber
para secundar la dicha Armada por tierra,
y del peligro que tendría si se quedaba más largo tiempo por allí,
y otras infinitas cosas todas tendentes a hacerle partirse sin hacer nada.
Lo que espera que Dios, con el tiempo,
os hará conocer ser verdad para castigarlos gravemente,
de la misma manera que su alteza juzga a su dicho Beglierbei
ser indigno de su favor y buena gracia por haberlos escuchado
y haberse mostrado como hombre de tan poco valor y conducta.
Lo que no debe en absoluto ser causa de disminución
de la buena amistad e inteligencia que hay entre Vuestras dos Majestades,
en consideración de la cual su alteza
no os abandona ni abandonará jamás en vuestros negocios,
cuando por vos sea requerida,
y tendrá siempre vos enemigos y amigos por los suyos>.
He aquí, Sire,
el sumario de todo lo que me ha sido respondido
de parte del dicho Gran Señor
y que Dolu os podrá particularizar según lo que ha podido oir,
habiendo estado siempre presente conmigo en esta negociación.
Y su alteza os lo escribe –según lo que el Bajá me ha dicho—
con más extensión en su carta,
respondiendo a cada punto de la vuestra
y de lo que yo le he propuesto de vuestra parte.
De lo cual, a mi parecer, vuestra majestad se deberá contentar
para la demostración que ella pide del disgusto que el dicho Gran Señor
la cual, por el discurso de las cosas que he apreciado,
os puedo asegurar, Sire,
está totalmente inclinado a haceros placer
sin ninguna ficción ni disimulación.
Y para haceros comprender no solo a vos sino a cualquiera
que no ha sido con el consentimiento de su alteza
que el Beglierbei se haya comportado así de mal
–el cual, según dice todo el mundo
y los signos que se ven de dolor y descontento que su alteza ha tenido--, es imposible que no sea castigado.
Mas por la vergüenza –a lo que algunos imaginan—
que el dicho Gran Señor tiene
de haberle tan joven promovido a tan alto cargo por su propia iniciativa,
hace que difiera dicho castigo o que le quiera hacer de suerte
que no s epueda pensar en absoluto que proceda de eso.
En el fondo, se juzga que por lo menos no será ya más estimado
ni tendrá apenas más honores ni crédito;
lo cual será buen ejemplo para todos los que vendrán después de él.
Y un evidente argumento para los que buscan interferir en esta amistad,
lo cual les será harto difícil,
como también se puede ver por los malos tratos
que los dichos Genoveses han recibido aquí,
no obstanto los cautrocientos mil ducados
que prometieron pagar en diez años al dicho Gran Señor,
sin los cien mil al Bajá o además de ellos;
al cual me ha sido necesario combatir a ultranza y a la desesperada porque de otra manera no habría podido salir con el intento.
Por lo que los Venecianos se han quedado tan asombrados que espero que ellos han de mostrarse en adelante más aficionados y os harán más la corte, como ya me la hacen a mi con sus lisonjas y disimulaciones acostumbradas.
Al partir de aquí los embajadores de Génova,
han pedido un salvoconducto para poder volver a esta Puerta
después de tener vuestro consentimiento.
Por lo que será muy bien hecho y necesario enviar a su alteza
que tome la protección de dichos Genoveses, vuestros antiguos sujetos rebeldes.
Sus embajadores mismos me han dicho
que se retirarán hacia vos para tener en esto vuestro favor,
sintiéndose los hombres más desesperados del mundo
por no haber logrado obtener su intención,
y encontrándose frustrada la esperanza
que algunos de los principales de entre ellos, vuestros enemigos,
habían dado al pueblo de la amistad del dicho Gran Señor,
tráfico y trata de trigo de Levante,
maquinando con el favor del rey Felipe
para hacerse patrones y tiranos de la dicha ciudad de Génova.
Siendo descubierto lo cual al dicho pueblo,
si la cosa se maneja bien,
será fácil de atraer a vuestra devoción y desbaratar a los dichos principales,
o por lo menos expulsarlos de la ciudad,
prometiendo reconciliarlos y mantenerlos en la amistad del dicho Gran Señor,
hacerles tener lo que piden y socorrereles con todas las comodidades de vuestro reino.
Y no debéis dejar una tal Ocasión de dañar seriamente
los negocios de vuestro enemigo;
el caul –por este medio y por la alianza que los Florentinos
dicen que su duque busca hacer con vos—
os será fácil hacer expulsar de toda Italia,
sin grandes imprevistos ni gastos.
Si no fuera más que por las palabras o razones que me han dicho,
que los Genoveses no preservarían en absoluto
sus tierras de ser saqueadas y quemadas en el futuro,
ellos querrían obtener una promesa de otra Armada si vos los requerís,
por lo que si por fortuna vos no habéis hecho algún acuerdo
con vuestros enemigos,
sería necesario con toda diligencia enviar para pedirla;
de la cual, si nos la concedieran,
se podría esperar obtener algunos socorros para enmendar
y cubrir la falta que ha sido hecha.
La carta del embajador De la Vigne es espléndida y muy significativa de ese estado de cosas general del otoño de 1558, en el momento de la muerte de
y a pesar del descontento del rey francés Enrique II, puede sentirse tocado de alguna manera y hasta los Genoveses parecen buscar el apoyo francés para no perder la posibilidad de comerciar con el trigo de Levante. Ese telón de fondo del comercio del trigo mediterráneo, una vez más, la cosa de comer.
Nada más partir de Estambul Jean Dolu con esa carta del embajador francés, llegan a Estambul las primeras noticias de tratos de paz hispano-franceses y parece que todo va a cambiar de nuevo. Guerras por la sucesión otomana y con Persia y otras circunstancias las tratará de la Vigne en una carta escrita nada más partir Dolu de Estambul, cuatro días después de la anterior –también recogida por Charrière en n.pp.529-531--, en la que ya sugiere que se le releve de su puesto. De regreso, ya muerto Enrique II, el propio De la Vigne morirá en el camino.
FIN
(Versiones y juegos, E.Sola)
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